31/8/10

Requiescat in pacem, caballeros.

Me tiembla el pie izquierdo, este maldito temblor empezó hace ya año y medio. Y siempre reaparece en momentos de tensión. Que más tensión que la que sufrimos ahora. Sitiados en este viejo torreón con su muralla medio derruida. No somos más de cien caballeros. Nuestro jefe, un duque normando, que es nuestro general, nos ha dividido en decenas para defender las diferentes partes. Alabado sea dios, si conseguimos mantener este sitio más de un día, pues mañana llegará el ejército de nuestro rey a ayudarnos. Eso es si han recibido el mensaje.
En mi decena servia un marques de algún lugar de Milán, que era nuestro superior. Dos soldados aragoneses, de recia actitud y muy religiosos. Dos soldados de origen teutónico, que parecía que solo comían carne. Cuatro lanceros milaneses, escolta personal del marques. Un guerrero, por no llamarlo soldado, de las regiones donde habitan los escotos, con su cara pintada y sus hábitos bárbaros. Y yo, un humilde servidor de dios, nacido cerca de roma, y que es un monje guerrero de nuestro señor Jesucristo, alabado sea.
A este pequeño lugar hemos ido a parar, temerosos de dios, los restos de un ejército. Que tras enfrentarse a las ordás mamelucas, se disperso. Henos aquí, dispuestos a recibir otra carga de caballería de los infieles.
El lugar en cuestión es una torre de vigilancia, con una muralla de no más de 700 metros de diámetro, con forma hexagonal, orientado su base al oeste. Hallándonos nuestra decena en el pico este. Estamos en primera línea de visión, pus el sol ya esta en lo más alto, será hora sexta. Saco mi pequeña cruz de madera y rezo, mientras miro alrededor, cada soldado hace sus rituales, pues puede que hoy nos reunamos con el creador.
El primer asalto no se hace esperar, catapultas. Empieza el bombardeo, es como si tocasen tambores del infierno. Cada golpe desprende parte de la muralla, justo a nuestra derecha, donde se encuentra el general normando, que grita improperios impropios de un soldado de dios.
De repente estalla una gran piedra y la muralla se abre en dos, dejando el hueco justo para que pasen dos caballos la carga. Es la hora. Corriendo con mi espada en mano y mis compañeros a la zaga, bajo las escaleras laterales de la maúlla y me posiciono en el hueco. Pero al llegar veo al general y su decena desperdigada por el suelo. La muralla callo con ellos encima. La cabeza de nuestro general esta aplastada por la parte superior, dejando ver su contenido gris. Reprimo las nauseas y me posiciono en el hueco.

A mi lado el escoto y al otro lado el español, justo delante nuestra los cuatro lanceros. Y entre ellos veo el polvo levantado por la caballería enemiga. La carga puede ser horrible. Se acercan mas y mas. Entonces el español grita una injururia en su idioma, el escoto gruñe al aire y emite un aullido mas animal que humano. De mi garganta sale un grito corto pero apabullante. Las lanzas se clavan en los caballos haciéndolos derrumbarse hacia un lado, levantándolos en el acto. No pueden pasar y los pocos arqueros de los que disponemos empiezan a disparar desde las partes que quedan de la muralla. Retirada, es imposible, alabado sea el señor.

Pero esa alegría dura poco, detrás viene cientos de soldados armados con cimitarras y escudos circulares. Cargan ellos a pies contra nosotros, los lanceros avanzan para ganar terreno y todos avanzamos a la zaga. Las lanzas arañan el aire y matan a los primeros enemigos, pero la carga esta aquí. Con la espada y parapetados por el muro y las piedras reduidas, luchamos. Golpeo a izquierda a uno y a derecha a otro. El español cae a mi lado con un corte en el cuello, me agacho y le cierro los ojos, ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Y sigo con la espada sangrante luchando por un lado y otro, el milanes ha caído, cada vez somos menos. Es ahora o nunca. Señor dame fuerzas. Alzo mi espada y gritando me lanzo a despejar mas el camino. El dolor por un lado y otro, me esta dando pero yo también. No se cuantos infieles llevo, pero nunca se acaban. Caigo de rodillas y el mameluco delante de mi alza su espada. En ese momento veo un reflejo en el desierto. Son armaduras, pues el mensaje llego. El ejercito del rey carga contra el distraído ejercito mameluco. Pero la espada cae, mi hora es señor. Que mis enemigos descansen en paz, que mis compañeros y yo nos reunamos en el cielo, oh señor! Requiescat in pacem

Fight, air-warriors.

Mírala, pavoneándose en su trono. Mírala en su nuevo territorio. Lo ha marcado, con dureza, para que nadie olvide que ella es la reina ahora.
Marcha con un aura de prepotencia y omnisciencia, como si todo lo supiese, como si eso fuese verdad. Pero se altera demasiado. No se da cuenta de la dura verdad. Oh pequeña, tu ignorancia es burla en nuestros oídos, eres comidilla para toda la empresa. Eres el hazmerreír, pero tranquila, es todo culpa tuya.
No, no llores, no grites relaja esa vena que te causara una embolia. Relájate, no tiene sentido estar así.
Analicemos tu error. Nos subestimaste, te crees nuestra jefa, nuestra líder, la diosa de todo. Pero eres un maldito peón como nosotros, la diferencia es, que nosotros lo admitimos y jugamos con ello para reírnos, tu en cambio lloras en los incones, entras en ira colérica, y usas todo eso para el abuso. Pero recuerda nunca fuiste jefa, ni nada mas que una mas del montón.
Más te valdría aceptarlo. Unirte a nosotros. Porque con nuestras risas y mordaces ataques al imperio, lo derrocaremos. Pues una risa y burla, no es nada… ¿pero diez, y veinte y miles? Eso puede hacer mucho daño. Ese daño que sientes hacia ti, enfócalo con nosotros al punto exacto. Unidos somos un ejército.
Somos hormiguitas, si pero juntas se llama marabunta.
Así que baja de ese pedestal, quítate la capa de mala ostia, y únete. COME AND JOIN US! Que nuestras risas sobre ellos caigan como una oleada cegadora, que nuestro humor ante esta esclavitud-aceptada sea el arma de la no-violencia perfecta.
Quieres saber quienes somos, somos tus servidores, armados y preparados. Somos los alienados.
Y aunque ya no estoy, pues mi licencia acabo, y mi retiro es eventual, si vuelvo, oh si vuelvo, únete. Pues no volveré con el ánimo de paz.
Ahora es el momento de alagar a mis viejos compañeros de armas, hemos luchado juntos. Contra nevadas, volcanes. Contra los más tercos enemigos. Os echare de menos.
Un soldado de los aires.