22/6/09

Justicia relajante.



El calor sofocante se estaba apagando. El ruido de el verano, gente hablando en las terrazas, niños jugando hasta tarde, adolescentes en un rincón del parque bebiendo para celebrar el final de curso. Yo paseaba solo por el borde del parque y escuchaba el ruido que emergía de él, como el ruido de un animal dormido. Llevaba mis pantalones, llamados, "multibolsillos" y una camisa de color a juego. mis gafas de sol y una peluca que me daba demasiado calor.

el edificio al que entraba era un teórico spa. Teórico porque dentro el spa era una pequeña piscina termal, el resto del local se usaba para la prostitución obligada a mujeres y hombres, abuso de niños, comercio de drogas y armas, un autentico bacanal para un imperio oculto bajo los ojos de la policía.

Pero aquel día era un día muy especial, topos los socios y jefes de aquel mini-imperio del mal, se reunían en la piscina termal, una reunión sobre la carta de la mano roja que les había llegado a cada uno de ellos. yo, como empleado hacia meses allí, entre dentro y me cambie al traje blanco, con mis pequeñas ayudantes ocultas por debajo.

Una vez dentro les serví comida y bebida, mientras escuchaba la conversación. Algunos, pequeños camellos y algún agente de policía, querían dejarlo, sabían que es lo que les ocurría a la gente cuando no hacia caso y se entregaba a la justicia tras recibir la carta. Pero un inspector de la policía, junto con otros jefazos del lugar como el alcalde, senadores, políticos de todas las ideologías, un juez, se negaron. El porque lo dio el mismísimo alcalde.

-No debemos rendirnos a un atajo de asesinos pirados, tenemos la ley en nuestra mano para usarla como queramos. Ni siquiera todo ese atajo de idiotas podría hacernos nada.- Entonces salí de la habitación, en teoría a por mas zumo, pero me cercione que mi contacto en aquel lugar ya se había encargado de drogar a los guardaespaldas de todos. Era el momento.

Entre en el cuarto empuñando mis dos pequeñas amigas,Colt 45mm, y dispare primero al alcalde y después uno por uno a todos los de la sala. Pero solo dispare en la cabeza a aquellos que no querían rendirse, que pretendían usar la ley y justicia a su manera. A los de mas les dispare en brazos y piernas, solo marcados por aquello. Tras el ultimo disparo me acerque al alcalde cogí su mano y, en el mármol blanco del spa, deje nuestra marca, la mano roja. Salí del local, subí a mi coche, y arranque directo a la autopista, sin dejar ni rastro. Como decía el jefe, la justicia esta servida.

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