14/5/07

En mi solitaria cueva.



El sol me da en la cara. Despego mis ojos y piso el frió suelo de mi cuarto. Camino al baño para despejarme. El agua resbala por mi cara y hace que mis músculos se tensen, pero segundos después vuelven a su posición normal. Hoy hay algo que evitara la sonrisa en mi. Me pesa el cuerpo y las extremidades. La cabeza es un inmenso panal de ideas zumbantes. El zumo de naranja me entra por la garganta como si agua fuese y no consigue apagar el fuego de mi estomago.

Me visto y salgo para mis obligaciones, no se para que. El metro, como siempre, es un maldito hormiguero. Las horas pasan en mi reloj. Los minutos se clavan en mi pecho. Necesito salir, pero no se de donde. Mi cuarto es una cárcel, donde los recuerdan recursos me dan palizas cuando mi cabeza se despista. En las paredes los trazos de su perfume y de su imagen aun están clavados. Cuantos buenos momentos a su lado, cuantas sonrisas y cuantas ardes anclado al teléfono o a sus dedos abrazado. El viento del olvido me enfría el espíritu. Si con un solo tiro, certero y justo, pudiese acabar con todo. Por mi cabeza, suave y ligero, y fin. Nada de recuerdos, de sentimientos. Como una cirugía.

Pero no existe tal cosa. Solo queda dolor. Me siento en la ventana de mi cueva, saco algo de beber, una libreta y lloro estas palabras como las amargas lagrimas de mi vida. Y la vida a través de esa ventana sigue, brilla el sol, los pajaritos vuelan y cantan , los enamorados se besan mientras sus amigos se ríen de viejos chistes. Y mientras yo, en mi mundo de imaginación, pierdo la esperanza de un final feliz. Puede que cuando menos me lo espere llegue, pero mientras tanto llorare y reiré lo que sea necesario.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pues llorar lo justo bro...

eso sí, si kieres... compartimos cueva