11/9/07

Poker de justicia.


El casino de las vegas esta lleno. Mi traje es tan caro como una comida en un buffet libre, pero aparenta más y debajo de el aguardan mis dos amigas enfundadas. Entro y doy 20 dólares al portero, para que me guié a la mesa donde me esperan. 6 personas alrededor de una mesa en un salón privado. Tres asiáticos, dos americanos y un inglés, todos ellos embutidos en caros trajes y gastando millonadas de sus empresas sobre la mesa. Me siento y entablo conversación. Que empiece el juego.

Pasadas mas de dos horas, ellos están bastante cocidos, y yo e ganado y perdido demasiadas manos ya. Es hora de actuar. Miro a los tres asiáticos y les hablo a ellos. Les recuerdo los abusos que cometen en sus fabricas, violaciones, a cambio de trabajo, o de no despido, el esclavismo moderno al que someten a sus trabajadores. Después paso a los americanos, les recuerdo la cantidad de abusos que cometieron en sus estados, de las violaciones, los asesinatos recriminados siempre a gente de color, y el asesinato como bandas de perros a esos mismos hombres de color. Y por ultimo el inglés estirado de mi derecha. Le recuerdo que el abuso de niños pequeños, solo niños de no mas de 10 años, entre ellos su sobrino. Y que una vez abusados los torturaba para que jamás revelasen nada. Ellos me insultan gritan y se agitan sobre sus pesados cuerpos abotargados por el alcohol. Preguntan quien soy.

Digo que les advertimos, les avisamos, pero creyeron que la justicia les era ajena. Entonces muestro mi juego de cartas. Sus caras se desencajan de terror al ver un joker y cinco cartas iguales, con una mano roja dibujada. Las tiro al aire y saco mis viejas amigas, mis dos Tec-9. Dos ráfagas entrecruzadas y todos mueren, dios salve al entrenamiento del ejército británico por darme esta habilidad. Extiendo la mano del inglés, que es el que mejor ha quedado, y la unto en su sangre, y la pongo sobre la pared color crema, nuestro símbolo. Salgo del lugar pagando 500 dólares al guardia de la puerta para que me escolte sin que tenga problemas, el dinero salio de los cerdos en la mesa. Monto en un viejo coche americano, estos idiotas no saben hacer coches, son todos tanques y comen tanto como sus dueños. Arranco y me dirijo, por las grandes avenidas, por la carretera, al desierto. Una vez allí, me desharé del coche quemándolo, y desapareceré. Como dice el jefe, la justicia esta servida.

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